Un verdadero                  GENOCIDIO , de los tantos que se cometen en nuestro país todos                  los días.
                 
Este es terrible,                  porque es una muerte lenta y los niños son conscientes de                  lo que les puede pasar.
                 
 
                 
 Quien sabe que                  se comete un crimen y no lo denuncia es un cómplice
                 
                                                                  José                  Martí                 
 
                  
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        El 'mosquito' es una máquina que                          vuela bajo y 'riega' una nube de plaguicida.                           
                                                                               CHICOS                          ROCIADOS CON PESTICIDAS TRABAJAN COMO BANDERAS                          HUMANAS.                          
    Escrito por Diario La Capita -                          Rosario -
                                                                                                                                                                               'A veces me agarra dolor de                          cabeza en el medio del campo. Yo siempre llevo remera                          con cuello alto para taparme la cara y la                          cabeza'.Gentileza de                          Arturo                          Avellaneda arturavellaneda@                          msn.com                       LOS NIÑOS FUMIGADOS                          DE LA SOJA                                                                                                                                                                                                                                                                                    Argentina                          / Norte de la provincia de Santa                          Fe                                                                            Diario La                          Capital El viejo territorio de La                          Forestal, la empresa inglesa que arrasó con el quebracho                          colorado, embolsó millones de libras esterlinas en                          ganancias, convirtió bosques en desiertos, abandonó                          decenas de pueblos en el agujero negro de la                          desocupación y gozó de la complicidad de                          administraciones nacionales, provinciales y regionales                          durante más de ochenta años.                            
                                                  
Las Petacas se llama el exacto                          escenario del segundo estado argentino donde los pibes                          son usados como señales para                          fumigar.                                                     
Chicos que serán rociados con                          herbicidas y pesticidas mientras trabajan como postes,                          como banderas humanas y luego serán reemplazados por                          otros.                                                   
'Primero se comienza a fumigar                          en las esquinas, lo que se llama 'esquinero'.                                                                            
Después, hay que contar 24 pasos                          hacia un costado desde el último lugar donde pasó el                          'mosquito', desde el punto del medio de la máquina y                          pararse allí', dice uno de los                          pibes entre los catorce y dieciséis años de                          edad.                                                   
El 'mosquito' es una                          máquina que vuela bajo y 'riega' una nube                          de plaguicida.                                                     
Para que el conductor sepa dónde                          tiene que fumigar, los productores agropecuarios de la                          zona encontraron una solución económica: chicos de menos                          de 16 años, se paran con una bandera en el sitio a                          fumigar..                                                     
Los rocían con 'Randap' y a veces                          '2-4                          D' (herbicidas usados sobre todo para                          cultivar soja). También tiran insecticidas y mata yuyos.                                                   
Tienen un olor                          fuertísimo.                                                   
'A veces también ayudamos a                          cargar el tanque. Cuando hay viento en contra nos da la                          nube y nos moja toda la                          cara', describe el niño señal, el pibe                          que será contaminado, el número que apenas alguien                          tendrá en cuenta para un módico presupuesto de                          inversiones en el norte santafesino.                                                    
No hay protección de ningún                          tipo.                                                   
Y cuando señalan el campo para                          que pase el mosquito cobran entre veinte y veinticinco                          centavos la hectárea y cincuenta centavos cuando el                          plaguicida se esparce desde un tractor que 'va más lerdo',                          dice uno de los chicos.                                                   
'Con el 'mosquito' hacen 100 o                          150 hectáreas por día. Se trabaja con dos banderilleros,                          uno para la ida y otro para la vuelta. Trabajamos desde                          que sale el sol hasta la nochecita. A veces nos dan de                          comer ahí y otras nos traen a casa, depende del                          productor', agregan los                          entrevistados.                                                   
Uno de los chicos dice que sabe                          que esos líquidos le puede hacer mal: 'Que tengamos                          cáncer', ejemplifica. 'Hace tres o cuatro años que                          trabajamos en esto. En los tiempos de calor hay que                          aguantárselo al rayo del sol y encima el olor de ese                          líquido te revienta la                          cabeza.                                                   
A veces me agarra dolor de                          cabeza en el medio del campo. Yo siempre llevo remera                          con cuello alto para taparme la cara y la cabeza',                          dicen las voces de los pibes                          envenenados.                                                   
-Nos buscan dos productores.                                                                            
Cada uno tiene su gente, pero                          algunos no porque usan banderillero satelital.                                                                            
Hacemos un descanso al mediodía                          y caminamos 200 hectáreas por día.                                                   
No nos cansamos mucho porque                          estamos acostumbrados.                                                   
A mí me dolía la cabeza y                          temblaba todo. Fui al médico y me dijo que era por el                          trabajo que hacía, que estaba enfermo por eso', remarcan                          los niños.                                                   
El padre de los pibes ya no                          puede acompañar a sus hijos. No soporta más las                          hinchazones del estómago, contó. 'No tenemos otra opción.                          Necesitamos hacer cualquier                          trabajo', dice el papá cuando                          intenta explicar por qué sus hijos se exponen a                          semejante asesinato en etapas.                                                   
La Agrupación de Vecinos                          Autoconvocados de Las Petacas y la Fundación para la                          Defensa del Ambiente habían emplazado al presidente                          comunal Miguel Ángel Battistelli para que elabore un                          programa de erradicación de actividades contaminantes                          relacionadas con las explotaciones agropecuarias y el                          uso de agroquímicos.                                                   
No hubo avances.                                                                            
Los pibes siguen de banderas.                                                                            
Es en Las Petacas, norte                          profundo santafesino, donde todavía siguen vivas las                          garras de los continuadores de La                          Forestal.                                                                                                                                                       
Fuente: Diario La Capital,                          Rosario, Argentina
  
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