domingo, 16 de mayo de 2010

.Pesticidas en Argentina.


En Argentina se unieron la codicia sojera, el uso irracional de plaguicidas, las corporaciones que los venden y la ausencia del Estado, para transformarnos en animalitos de laboratorio. Somos un experimento perverso. Plaguicidas -glifosato, endosulfán y 2,4 D- se aplican a mansalva, con aviones y máquinas mosquito, incluso cerca de viviendas, que tienen sus ventanas abiertas. En la mayor parte del país se pulverizan los cultivos y la gente. Pero estos venenos llegan además a la mesa de los consumidores, porque los mercados concentradores no controlan, y las indústrias alimenticias, tampoco.

Como en Argentina no tenemos un registro obligatorio de enfermedades, el experimento paga bien a sojeros, arroceros, algodoneros y corporaciones.

Mientras aumentan los desmontes, las superficies sembradas con transgénicos y el uso de plaguicidas, crece también la epidemia de afectados. Pero al no haber registro, esa epidemia es tan silenciosa, como letal.

La lucha contra los plaguicidas y las corporaciones cae a veces en una trampa. Mientras se castiga a Monsanto o Bayer (que ni se enteran del castigo) quedan sin control social dos organismos clave: la CONABIA, que autoriza los cultivos transgénicos, y el SENASA, que autoriza los plaguicidas. Hay que decirlo con todas las letras:

EN ARGENTINA LA AGRICULTURA INDUSTRIAL Y LOS PLAGUICIDAS HAN CREADO UN EXPERIMENTO ABIERTO, DONDE LAS ENORMES GANANCIAS TIENEN UN PRECIO ATROZ Y SILENCIOSO: LA PÉRDIDA DE LA SALUD, LA PÉRDIDA DE VIDAS HUMANAS Y LA PÉRDIDA DE ECOSISTEMAS VITALES PARA SOBREVIVIR!

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