sábado, 7 de mayo de 2011
.El mundo según Monsanto Parte 1.
Silencio y desinformación rodean al tema de los alimentos transgénicos
¿Sabes qué es lo que estás comiendo?
A principios de marzo, el tema “transgénicos” nuevamente saltó a la palestra debido a la entrega al congreso del proyecto de ley que permitiría el uso de estos cultivos en Chile. Mientras las autoridades aprueban esta tecnología, sus detractores alzan la voz para impedir su masificación en el país.
Carla González C.
Es difícil explicar cómo es un alimento transgénico, esto porque a diferencia de los orgánicos que se pueden distinguir de un alimento procesado por su apariencia y sabor “natural”, en el caso de esta nueva tecnología, todo está tan milimétricamente planificado que perfectamente puede pasar inadvertido el hecho de que fue manipulado.
Así, dos manzanas – una natural y la otra transgénica – frente a los ojos del consumidor pueden verse, oler y saber exactamente igual, pero ¿cómo identificar entre la fruta tradicional y la otra manipulada genéticamente si no hay al menos una etiqueta que lo mencione?
Ése es al parecer uno de los tantos problemas que se presentaría al ser aprobada la ley que permite la liberación de los transgénicos en Chile, uno de los pocos países de Latinoamérica que aún se encuentra fuera de esta tecnología, pese a que sí recibe alimentos de este tipo desde el extranjero y posee zonas agrícolas destinadas a estos cultivos, pero sólo con fines de exportación y no para uso interno.
Según ‘La Revista’ de Publispain, “los cultivos transgénicos se diferencian de los cultivos tradicionales debido a su método de creación. Los primeros se conciben en un laboratorio, mientras que los segundos en la naturaleza”.
La idea entonces – según el gobierno - es que en nuestro país
se puedan manipular genéticamente alimentos con el fin de mejorar el trabajo agrícola, asegurar el alimento a toda la población, optimizar el rendimiento y la calidad de los alimentos, entre otros. Para aquellos que están en contra, todo sería parte de un negocio, uno muy grande y que se está realizando a costa de todas las personas.
Y es que hoy muchos países de Europa están cerrándole las puertas a esta tecnología, por considerarla insegura no sólo para la salud de las personas, sino que también a los suelos y a los mismos alimentos y animales que se ven enfrentados a cambios muchas veces inesperados en sus cuerpos y estructuras. Si el primer mundo quiere lejos a los transgénicos, ¿dónde estaría el espacio para cultivarlos? Latinoamérica parece ser la respuesta.
Pese a que este tema no es nuevo, fue a partir de la entrega del proyecto de ley que entregó el gobierno acerca de la liberación de estos productos al mercado nacional donde se encendió nuevamente la alerta en la que si bien muchos se sienten identificados, muchos más son los desinformados y es por eso que conocer del tema permitirá a la gente al menos contar con la información acerca de qué es lo que se está echando a la boca.
“Terminaremos comiendo insecticida”
El empresario agrícola y uno de los voceros de la red “Chile sin transgénicos” (CHST), Cristián Sauvageot (www.chilesintransgenicos.cl), afirma que para hablar de un producto transgénico, primero se debe hablar de un cultivo con estas características y en ese sentido dice que todo parte “con una semilla a la cual se le inserta un gen que no es de su propia especie”.
De esta manera, dice que es posible que por ejemplo, “a una papa se le inserte el gen de una bacteria, de otra planta o incluso de un animal”, todo esto con el objetivo de que el producto resultante entregue “un mejor rendimiento, mejor sabor o tenga alguna cualidad nutricional extra”, entre otros.
Pese a lo anterior, el vocero de CHST afirma que “en la práctica y lo que hoy existe - comercialmente hablando - es solamente una resistencia a un herbicida (glifosato Roundup) y una fabricación de insecticidas por la propia planta y por lo tanto todas las otras características que se pretenden y se difunden como tales por ahora no han tenido resultado”.
Frente a los dichos de Miguel Ángel Sánchez, director ejecutivo de ChileBio (asociación gremial que apoya el cultivo transgénico) y quien en la Revista del Campo de El Mercurio (agosto, 2010) adujo que lo que mueve a los grupos anti transgénicos son los “argumentos basados en ignorancias básicas, medias verdades o falsedades”, Cristián Sauvageot es enfático al señalar que “todo eso es falso. Lo que hacemos es basarnos en realidades; la investigación científica existe y demuestra que los transgénicos son tóxicos”, sentencia.
En esta misma línea indica que como lo que queda finalmente es una planta que genera su propio insecticida, lo más obvio es pensar que al momento de ser consumido cualquiera de estos productos, este tóxico también sería ingerido por la persona.
Por otro lado, dice que en el uso del herbicida (donde especifica que se trata sólo de un producto específico), a la larga genera como resultado una resistencia de parte de las malezas a este producto. Esto para Cristián Sauvageot, sería un dato más para asegurar que “esta tecnología no sirve”.
Al respecto explica que puede que el método de los cultivos transgénicos sí den resultados “por tres o cuatro años, pero a la larga las malezas (ahora súper malezas) generan resistencia y hasta ahí llegó la tecnología, porque al hacerse más firmes habrá que sacarlas a mano, generando con esto la devastación del terreno. Son tan resistentes que se aprietan al cultivo completo”, refuerza.
Un daño silencioso y a largo plazo
“Para el ser humano no existen beneficios”, declara el vocero de CHST y eso quizás se condice con las noticias que llegan desde Argentina, país en el que la ley que hoy se discute en el senado chileno allá ya es una realidad y que le está costando la calidad de vida de su población.
Lo anterior tiene que ver con casos de niños que nacieron con malformaciones y retraso mental y el aumento de algunos cánceres a causa del uso de agroquímicos, en este caso del glifosato utilizado (en el caso de Argentina) para la eliminación de las hierbas que crecen en los cultivos de soya transgénica, la que según los medios de comunicación trasandinos “cubre el 60% del área cultivable” de ese país.
Con respecto a este tema, Cristián Sauvageot explica que en el caso de las malformaciones, éstas “no se deben directamente a los transgénicos, sino al uso del herbicida que estos necesitan, es decir, es un efecto colateral. En el caso de las mujeres embarazadas, se produce un perjuicio en el feto y daños a veces gravísimos, los que impiden a las guaguas nacer”, sostiene.
Si no se aprueba la ley que permitiría el uso de los cultivos transgénicos, Chile tiene la posibilidad de establecerse como uno de los países libre de este tipo de tecnología. Esto, para muchos, sería una extraordinaria oportunidad de exportar productos al mercado extranjero bajo el concepto de lo saludable y natural.
Según el empresario agrícola, otros de los daños a los que están expuestas las personas van “desde simples alergias pasando por alteraciones en el sistema inmunológico, infertilidad, alteración en el crecimiento, trastornos a nivel de los órganos, menor esperanza de vida”, entre otros.
En este contexto, dice que los daños se han podido comprobar en los animales con los cuales se experimenta. En ese sentido menciona que “a nivel de seres humanos tendrán que pasar 30 ó 40 años para ver realmente estas evidencias”, pero en animales asegura que se ha visto la aparición de “todo tipo de alteraciones extrañas e impredecibles donde un gen va mucho más allá de simplemente generar una tolerancia, como dice la industria, a un herbicida. Implica mucha más acción sobre un organismo vivo”, sostiene.
La ley: se ruega moratoria
El proyecto que hoy se discute en el Senado (y que ya fue aprobado por la Cámara de Diputados) revive a otro que en 2009 ya planteaba ideas similares. Para el vocero de Chile Sin Transgénicos, “al leer la discusión del parlamento se nota la desinformación. Hay una negación total de todos los daños que provocan los transgénicos”.
En palabras de Sauvageot, lo que pretenden quienes solicitan que la ley no llegue a su aprobación es “que por la vía de la información de los senadores y diputados a cargo de tramitar este proyecto, sepan que en otros países se ha logrado lo que se llama la ‘moratoria de los eventos transgénicos’, es decir, detener nuevas autorizaciones, leyes o regulaciones que permitan que esto siga avanzando hasta no tener certeza científica real de la inocuidad de este tipo de alimentos, cosa que la industria jamás ha demostrado”, recalca.
Lo anterior, agrega, “se basa en un principio de derecho internacional llamado ‘principio precautorio’ que establece que no se deben aprobar proyectos cuando no existe certeza absoluta de la inocuidad de lo que se está aprobando. Hoy eso no existe, por lo tanto mientras no esté zanjada esa discusión, debería establecerse una moratoria y no aprobarse el proyecto”, manifiesta.
Una de las declaraciones que ha resultado polémica con respecto a los transgénicos es la que entregó a la prensa el ministro de Salud Jaime Mañalich, quien mencionó al diario Financiero (4 de marzo) que “el etiquetado para los productos transgénicos es un tema irrelevante”. Los consumidores en tanto, consideran ésta una acción irresponsable y ruegan por más información para así elegir qué comer y qué no.
Para Cristián Sauvageot, “existe un silencio cómplice de los medios de comunicación” quienes en su mayoría – principalmente las grandes firmas periodísticas – no cubren de manera objetiva este tipo de temas, siendo que lo más importante es precisamente estar informado, tanto de los pro como de los contra de medidas como ésta.
Aquí los dejamos con la entrevista que hizo CNN a la periodista y realizadora audiovisual Marie – Monique Robin, autora de “El mundo según Monsanto”, libro que refleja la manera en que opera esta poderosa transnacional que comercializa casi el 100% de los alimentos transgénicos.
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